El Lagartijo


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El Lagartijo Condena’o

Tengo un lagartijo que vive en mi cuarto. Casi todas las mañanas está encima del marco del espejo del gavetero, bastante alto. Me imagino se pasea por todo el tope durante la noche, como si estuviera en su parque de diversión personal. Hasta le pongo un papel encima al vaso de agua que traigo todas las noches porque parece que de ahí bebe agua o se baña, no sé. Se la dejo durante el día para que lo haga, pero como tomo agua en la mañana, en la noche la tapo. Sé que toma agua o se baña ahí porque un día, cuando entro al cuarto, encontré al condena’o dentro del vaso. La cara que puse debió ser horrorosa porque el pobre lagartijo salió corriendo tan rápido que no creo que sus patas tocaron la superficie antes de llegar a lo más alto posible en el «screen» de la ventana, casi en el techo.

Hoy, al levantarme, me doy cuenta que apareció un cucaracha muerta en el piso de mi cuarto, quizás solo moribunda pero definitivamente patas arriba. El lagartijo habrá dicho -esa me la como yo -porque la miró con algo de lujuria. Él sabe que tiene competencia, las hormigas de mi cuarto campean por su respeto y cuando encuentran a una pobre cucaracha mal parquea’, la cogen y literalmente la hacen cantos. Yo no se cómo, pero la pican en pedacitos. Un día de estos tendré que observarlas de cerca con una lupa a ver si tienen sierras microscópicas. Me di cuenta de la cucaracha al regresar al cuarto del baño y ahí fue que vi al lagartijo tirarle esa mirada con deseo desde allá arriba, encima del marco del espejo que está como a siete pies de altura. Siempre nos miramos uno al otro.

-What’s up? -pensó cada cual -si no te metes con lo mío, no me meto con lo tuyo -entendimos los dos al cruzarse las miradas.

Pero lo increíble es que, cuando me viro a tomar agua y empiezo a ponerme los pantalones cortos sentado en la cama, para irme a mi caminata mañanera, veo al lagartijo ya en el piso.

-¡Pero cómo llegaste ahí! No escuché nada ni vi como bajaste -dije en voz alta.

Paso seguido y sin mediar palabra, el lagartijo sale corriendo, se mete la cucaracha completa en la boca y sigue a paso acelerado hacia el closet del baño. Yo me quedo mirando con asombro a aquel lagartijo cargando una cucaracha casi de su tamaño en la boca. La cucaracha era tan grande comparada con el lagartijo, que éste tenía que trotar con la cabeza inclinada hacia arriba para no tropezarse con la crujiente cucaracha que le expandía las mandíbulas como bembes de payaso. Pasó de nuevo por mi campo visual, cruzando la avenida del baño desde la orilla del closet hacia la otra orilla, cucaracha en boca y tratando de masticar, buscando hartarse en la tranquilidad, comodidad y privacidad del rincón detrás del «hamper». Me lo imagino diciéndome con tono de voz de atraganta’o -te dije que esta era mía.

Siempre le digo al lagartijo de mi cuarto que se ve muy saludable y gordito. En mi cuarto se come bueno. Todas las mañanas lo veo en el piso, al pie de la ventana del lado de la mesa de noche, comiendo hormigas. El tipo es especial, lo veo doblando el lomo para coger una hormiga, y luego levanta la cabeza y empieza a abrir y cerrar la boca, como si estuviera masticando y saboreando la suculenta hormiguita. Hoy se está dando un banquete tipo «all you can eat» con la cucaracha.

Me imagino que, cuando regrese del trabajo en la tarde, si lo veo paseándose por ahí como si nada fue que no se murió atragantado ni por indigestión.

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